Nota del editor: publicamos hoy la parte final del estudio de José Antonio Ureta sobre Desiderio Desideravi.

Una pregunta incómoda

En los cuatro temas analizados más arriba –(1) la finalidad del culto litúrgico, (2) el misterio pascual como centro de la celebración, (3) el carácter memorial de la Santa Misa y, finalmente, (4) la presidencia de la asamblea litúrgica– queda bastante claro que Desiderio desideravi entiende la Liturgia en un sentido unilateral, pues pone todos los acentos en las letras indebidas, aunque, consideradas individualmente, sus palabras parezcan apropiadas hasta el punto de merecer elogios de algunos tradicionalistas, inclusive entre los más instruidos. Lo que parece que quiere recalcar el papa Francisco son las teorías y preferencias de los liturgistas innovadores, no la doctrina tradicional de la Iglesia.

Pero un análisis detallado revela que el resultado final es una pexposición de la vida sacramental de la Iglesia, y en particular del rito de la santa misa, que en su conjunto no parece estar en armonía con los principios y consejos pastorales de la última gran encíclica litúrgica previa al Concilio Vaticano II, a saber Mediator Dei del papa Pío XII.

La pregunta incómoda que surge es la siguiente: esas dos formas rituales tan diferentes, ¿corresponden realmente a una misma Fe?

En el campo de los innovadores más avanzados, la respuesta es clara: se trata de dos posturas litúrgicas incompatibles que corresponden a dos actitudes dogmáticas incompatibles: una es la fe que impregna el rito tradicional, y otra es la fe que impregna el rito nuevo. Por eso el jesuita que venimos citando, el P. Martín-Moreno, insiste con tanta vehemencia en que la nueva Misa sustituye definitivamente (y, hay que decirlo, repudia) la orientación y postura teológica de la antigua.

La Misa de ayer «ya no puede ser la norma» para la fe de hoy

De hecho, a medio camino entre el controvertido motu proprio Traditionis custodes y la última exhortación apostólica, en febrero de este año una pareja de animadores de la autoproclamada Conferencia católica de bautizados francófonos publicó un artículo elocuente en el diario La Croix. Aprovechando que, en francés, las expresiones autrefois (en otros tiempos) y autre foi  (otra fe, fe diferente) se pronuncian exactamente igual, expresaron su opinión bajo el siguiente título: La fin des messes d’autre “foi”, une chance pour le Christ ! [23] (El fin de las misas de otra fe; ¡una oportunidad para Cristo!). El artículo de Aline y Alain Weidert tiene el mérito de llamar a las cosas por su nombre  y ser lógico en sus conclusiones. Siguen algunos largos trechos escogidos que hablan por sí solos y no hacen falta comentarios:

«El espíritu de la liturgia de otra fe, su teología, las normas de la oración y de la Misa de antes (la lex orandi del pasado), ya no pueden, sin discernimiento, seguir siendo las normas de la fe de hoy, el contenido de ésta (nuestra lex credendi). La precaución impondría no reflexionar demasiado sobre ese contenido para no desestabilizar aún más a la Iglesia.

»¡Todo contrario! Una fe que derivase todavía de la lex orandi de ayer, que hizo del catolicismo la religión de un dios perverso que obliga a morir a su Hijo para aplacar su ira, la religión de un mea culpa y una reparación perpetuos, conduciría a un antitestimonio dela fe, a una imagen desastrosa de Cristo. Prueba irrefutable: la todavía demasiado frecuente concesión de indulgencias, vinculadas entre otras cosas a misas-sacrificio en remisión por los pecados.

»Nuestras Misas, lamentablemente, están todavía marcadas por un pronunciado carácter sacrificial, expiatorio, de finalidad propiciatoria para eliminar los pecados (mencionados 20 veces), a fin de alcanzar la salvación y salvar las almas de la venganza divina. Propiciación que las comunidades Ecclesia Dei defienden con uñas y dientes, con sus sacerdotes sacrificadores, formados para decir el Santo Sacrificio de la Misa, verdadera inmolación. (…)

»Es necesario seguir saliendo de esta parte sumergida de la Misa Tridentina, deriva histórica curiosamente pasada por alto (¿tabú?) en los debates actuales. Desde el Concilio Vaticano II hemos recorrido un largo camino, rumbo al hecho inicial de una Eucaristía positiva, de un “¡Haced esto en memoria de Mí!” donde todos están invitados a ser diariamente sacramento de la Alianza: “El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana”. Sacramento de la Alianza, concepto nuevo en esta oración desde el Concilio. (…)

»Si queremos que en el futuro podamos ofrecer una fe y una práctica cristianas atractivas, debemos aventurarnos, mediante la reflexión y la formación, a descubrir un fondo aún inexplorados (sin explotar) de la salvación por Jesús, no poniendo en primer lugar su muerte contra (‘por’) los pecados sino su existencia como Alianza. Porque, “en efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación” (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum concilium, 5). ¡La opción es clara! No entre sensibilidades y estéticas religiosas diferentes, sino entre sacrificios interminables para borrar los pecados, y eucaristías que sellan la Alianza/Cristo».

Por lo menos aquí las cosas se dicen claramente y sin rodeos semánticos. Pero, si debiéramos colocar el cursor de Desiderio desideravi entre los dos conceptos de la Liturgia y de la Misa descritas por este artículo, tememos que el cursor se situaría bien próximo del extremo Alianza. Tanto es así que Alain Weidert acaba de publicar en La Croix un nuevo artículo eufórico con el contenido de la exhortación [24].

La fe perenne y la nueva teología son incompatibles

De cualquier manera, las metas que se fijó c el Papa Francisco con la publicación de su última exhortación apostólica, o sea, que «abandonemos las polémicas»(n° 65) y que la belleza de la celebración cristiana no se vea «desfigurada por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica» (n° 16), están todavía muy lejos de ser alcanzadas.

La razón la da el propio Pontífice: «Sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual» (n° 31). Así es ni más ni menos. Por razones principalmente teológicas, los modernistas fanáticos consideran que el rito de S. Pío V es la Misa de «otra fe»; y por razones teológicas, los tradicionalistas consideran que el rito de Pablo VI se aparta en algunos puntos esenciales de las enseñanzas tradicionales sobre la Misa. En nombre de la fe de siempre, no aceptan que el nuevo rito sea la «única expresión de la lex orandi del Rito Romano», como pretende Traditionis custodes y como reitera Desiderio desideravi (n° 31).

Si la reciente exhortación apostólica buscaba dar un fundamento teológico a esa pretensión, debemos constatar después de este breve análisis que el tiro parece haber salido por la culata, porque la unilateralidad que manifiesta en diversos aspectos no hace otra cosa que confirmar la convicción del bando tradicional de que la nueva lex orandi no corresponde con la lex credendi que la Iglesia recibió en depósito. Y el argumento invocado por el papa Francisco como ultima ratio, o sea, que los tradicionalistas deben aceptar la Misa nueva porque se ajusta a las enseñanzas del Concilio, no es proclive a hacerlos cambiar de opinión. Precisamente porque la constitución Sacrosantum Concilium, el magisterio litúrgico posterior y la Desiderio desideravi merecen, ellos también, los mismos reparos de orden teológico.

En todo caso, dejamos aquí una invitación a los teólogos y los liturgistas para tratar el tema y analizar de modo más profundo y científico el aporte de Desiderio desideravi  al debate en curso.